Publicado el 22/03/2020

Meditar en épocas de aislamiento: el salto

El profe de Ashtanga Yoga, Cristian Calvo, nos comparte una reflexión sobre la meditación: el salto

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Estos días de cuarentena obligatoria son una gran oportunidad para indagar en nuestro interior. Más allá de los memes, los noticieros y los videos haciendo jueguitos con un papel higiénico, llega un punto en el que empezamos a preguntarnos cosas.

Por ejemplo, hoy hice una práctica breve y me senté a “meditar”. Y me pregunté sobre eso que ya es común para nosotres, eso que nos llega como un producto que podemos consumir, la típica foto de alguien con piernas cruzadas, ojos cerrados y cara relajada obteniendo “algo”, un “bien” espiritual.

Fijate una cosa: digo “meditación”, y seguro se te vienen a la cabeza imágenes de todo tipo: monjes pelados en silencio, iluminación, chakras, cuencos tibetanos, piernas cruzadas en loto, beatitud, mudras, Oms vibrando en el aire. En resumen, con solo decir “meditación” se te viene (y a mí también) todo un paquete de imágenes, conceptos, asociaciones, ideas y recuerdos nucleados en torno a la palabra en cuestión. Además, seguro la asociamos con cierto bienestar, con “algo” espiritual que puede conseguirse si nos sentamos a respirar y a meditar en el tercer ojo. Entonces puede ser que digamos “mmm, hoy estoy medio medio, me voy a sentar a meditar a ver si se me pasa”.

Mientras estaba ahí sentado, me pregunté si todo eso no se trataba de una farsa, otra evasión más, otro escape. Porque, ¿se trata realmente de conseguir algo? ¿Se trata de decir ‘voy a respirar diez, quince minutos así tengo paz mental’, voy a hacer “A” para lograr “B”?

En todo caso, y acá pongámonos serios, ¿cuál es el verdadero significado de la meditación, de la introspección y del ‘estar aquí y ahora’? ¿Es agarrar esa lógica, la de hacer “A” para lograr “B”, y extrapolarla a nuestro interior?

Acá traigo unas palabras de Krishnamurti que nos pueden ayudar a pensar esto mismo:

 

Para comprender la meditación, para investigarla bien a fondo, ante todo debemos comprender la palabra y el hecho “meditación”, porque casi todos nosotros somos esclavos de las palabras. La palabra misma “meditación” induce en muchas personas cierto estado, cierta sensibilidad, cierta quietud, un deseo de lograr esto o aquello. Pero la palabra no es la cosa. La palabra, el símbolo, el nombre, si no se comprende totalmente, es algo terrible. Actúa como una barrera, convierte a la mente en una esclava. Y lo que nos hace actuar a la mayoría de nosotros, es la reacción a la palabra, al símbolo, porque no nos percatamos o somos inconscientes del hecho mismo. Llegamos al hecho, a “lo que es”, con nuestras opiniones y evaluaciones, con nuestros juicios y recuerdos. Y nunca vemos el hecho, “lo que es”. Creo que esto debe ser claramente comprendido. Para comprender cada experiencia, cada estado de la mente, “lo que es”, el hecho real, uno no debe ser esclavo de las palabras; y ésa es una de las cosas más difíciles.

 

El símbolo, dice Krishnamurti, actúa como una barrera. El símbolo, la foto de alguien con piernas cruzadas y los cuencos y los pelados meditando, nos termina separando del hecho en sí, del silencio verdadero, de la meditación. Si me siento a meditar, mi concepción misma de “meditación” funciona como una obstrucción para contactar lo que es, ‘aquí y ahora’. Mi idea de lo que es “meditar” me protege contra la meditación auténtica.

Justamente estas ideas venían a mí cuando estaba con los ojos cerrados. ¿Estoy meditando, me dije, o estoy siendo un payaso total? ¿Me vengo a sentar acá a qué? ¿A sintonizar con un concepto o a experimentar lo que es? ¿A hacerme el capo o a observar?

No vamos a negar una realidad que es la siguiente: muchas veces nos acercamos al yoga o a meditar para sentirnos un poco mejor, para darnos un aire de espirituales, para coquetear con una imagen sublimada de nosotros mismos que cumple con todas nuestras fantasías. No lo neguemos. Pero, una vez que todo ese jueguito ya nos empieza a cansar, aunque sea un poco, ¿podemos preguntarnos si eso es todo o si la cosa se trata de “algo más”?

Te digo la verdad, estaba sentado “meditando” y observando todo esto me pregunté, ¿qué quiero?

Por ahí he leído muchas veces acerca de un “salto”, un arrebato que consiste en abandonar todo lo conocido (palabras, símbolos, conceptos) y abrirse a lo desconocido, lo incontrolable, lo no-comunicable.

La realidad es que todas nuestras expectativas, proyecciones, imágenes, dilemas, deseos, ocupan espacio en el campo de nuestra conciencia. Son como banderitas que plantamos para decir “esto es así”, “aquello es asá”, y creer falsamente que conocemos algo, que tenemos control sobre algo.

Vi entonces que ese “salto” es justamente correrse, dejar lugar para que la realidad se exprese por sí misma, sin mi intervención. ¿Puedo volverme infinitamente sutil y sensible a cada percepción, a cada fibra de la experiencia? Solo sentir la existencia a mi alrededor? ¿Puedo desvanecerme en verdad en este momento?

Dure un minuto, diez segundos o siquiera un solo segundo, si saltás, si te animás a saltar, entonces una gota del néctar de la existencia va a poder tocarte, y esa gota va a estar afuera del tiempo. Quizá a eso se refieran los maestros, los rishis, los textos sagrados, más allá de todo símbolo o concepto, cuando dicen “Yoga”

 

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Cris es profe de Ashtanga Yoga y tiene su propio estudio en la ciudad de Mar del Plata. Entra acá a conocer sus horarios.

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Publicado por Cristian Calvo

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