Cambiar el rumbo de tu vida, elegir el camino desconocido, salir de la zona segura, de las estructuras, romper con mandatos, romperte toda.
Cambiar lentamente la manera de ver las cosas, flexibilizarte, no aferrarte a ideas rígidas o absolutas.
Ser la “mala de la película”, la que toma una decisión y decide irse y lastima a una persona que ama con toda su alma… pero quedarse también la lastimaría.
Ser la loca que no tiene un rumbo fijo, pero se está buscando en realidad.
Se pregunta todo, porque lo convencional no le entra en el cuerpo, lo que le daba seguridad ya no se lo da.
Cambiar la piel… duele
Lo que nadie sabe es lo difícil que es darte cuenta que no estás donde tendrías que estar, que llegaste muy lejos y el costo de dejar esa existencia es altísimo. Proporcional al tamaño de los sueños y las expectativas que tenías.
Lo que nadie sabe es cuanto lloré a escondidas pensando si había hecho bien, intentando buscarle la vuelta a la vida cuando no se la podía encontrar.
Lo que nadie sabe es lo que se me partió el corazón en mil pedazos cuando tuve que dejar ese camino que había elegido y con el que tantas ilusiones me había hecho.
A veces lo pienso y se me estruja el alma en mil pedazos.
Pedazos que voy juntando de a poco para volver a construir nuevos sueños, para volver a construirme y poder ilusionarme otra vez con la vida y sus regalos inmensos.
Gracias a la vida por enseñarme tanto y por haberme dado la oportunidad de vivir mil vidas en una sola, porque cada instante de mi vida lo celebro, todo me ayuda a crecer.
Y volvería a hacer cada una de todas las cosas que hoy me traen hasta acá, hasta esté presente que me regala una nueva oportunidad de Ser, y construir de nuevo.
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