Publicado el 26/10/2021

Mes de la Sensibilización por el cáncer de mama

En el mes de la sensibilización por le cáncer de mama, nuestra profe de 14/7 Vinyasa Yoga, Yamila Ramos, nos cuenta su propia experiencia atravesado esta enfermedad.

Mi nombre es Yamila, tengo 47 años y hace once me diagnosticaron cáncer de mama.

Llevaba años viviendo aturdida por la rumia mental, tratando que no se note demasiado. Mi vida no era un desastre, tenía familia, amigos, trabajo y proyectos. No me sentía con derecho a no ser feliz con la vida que llevaba, y eso hacía que me sintiera peor: una farsante. Primero, conmigo misma.

Evidentemente no importa la gravedad de lo que estemos viviendo, importa como lo percibimos y procesamos.

El diagnóstico no me sorprendió. Estaba muy angustiada porque lo presentía y sentirlo me angustiaba más. ¿Cómo no me iba a sentir así, si mi mente se disparaba hacia escenarios trágicos continuamente? Y mi cuerpo, claro, le creía como si la tragedia estuviera sucediendo. Y sucedió.

Previéndolo y todo, tuve mucho miedo. Miedo a morirme o a vivir “luchando contra el cáncer”. También tuve un miedo más profundo que fue, de alguna manera, el que me empujó al cambio. Lo disfracé de enojo para sobrellevar el tratamiento, me resultaba más cómodo gruñir que llorar. Cada una a su manera.

Me preguntaba recurrentemente por qué. ¿Por qué tengo cáncer? ¿Por qué tengo que someterme a este tratamiento? ¿Por qué recurría a cualquier tipo de terapia complementaria que me sugerían? ¿Por qué debería cambiar tantas cosas en mi vida? No sé aun concretamente porqué me enfermé, pero si quería contar la historia, tenía que empezar a hacer algo distinto.

El Yoga, una herramienta sanadora

Por supuesto que muchas veces deseé que nada de esto estuviera sucediendo, pero eso no lo evitaba. Mi cuerpo enfermo traducía que mi alma pedía a gritos ser escuchada. Cuando pude lidiar con esa idea, comencé a buscar ayuda y respuestas, siguiendo la brújula interna.

Enfrenté el miedo mayor, el de seguir viviendo y no ser feliz. Tomé la sartén por el mango y cambié muchas cosas, hice el trabajo y lo sigo haciendo. No tengo nada más importante que hacer.

Probé distintas alternativas, algunas fugaces y otras que resonaron y aún perduran. El Yoga es una de esas. Una herramienta reveladora para poner de manifiesto qué somos naturalmente.

Y la pregunta recurrente cambió: ¿Para qué enfermé? Para sanar.

Comencé, con la voz temblorosa, a hablar del cáncer sin edulcorarlo, crudamente, como podía en ese momento. No siempre me sentí a gusto haciéndolo, y muchas veces la respuesta/reacción que recibí no sumaba. Pero así y todo fue útil hacerlo, pues el cáncer también fue un gran “detox” de vínculos. También entendí, una vez pasada la tormenta, que quienes nos rodean, como nosotras, hacen lo que pueden con lo que sucede. Y se diluyó el enojo y la frustración.

Necesitaba que dejara de ocuparme tanto mentalmente, sacarlo de la cabeza para que no me siga ocupando el corazón y el cuerpo.

Hablar, ponerlo en palabras, fue una forma liberadora de relativizarlo, sacarle esa mística del horror que lo reviste y darle el lugar que le correspondía. No era lo único que sucedía en mi vida.

Despertar nuestro poder latente

Con el tiempo fui encontrando espacios y personas, donde y con las cuales no tenía que explicar demasiado lo que estaba atravesando, pero podía hacerlo sin tapujos, sin edulcorar el proceso. Son mi “hallazgo benigno”, y valen oro.

Lejos de caer en la “positividad tóxica”, hoy agradezco todo lo que sucedió en mi vida. Sí, también le agradezco al cáncer, la enfermedad que me vino a mostrar lo que necesitaba modificar en mí para vivir como merece esta oportunidad.

Como dice Stella Maris Maruso de la Fundación Salud: “Los sucesos de tu vida se resuelven de dos maneras: o son buenos para ti, o plantean lo que necesitas ver para crear el bien en ti”. Una versión adaptada de esta frase, la tengo tatuada en mi columna vertebral.

Somos muchas y no estamos solas. Ojalá a alguien le sirva leer esto, a mí me hizo muy bien ponerlo en palabras. Muchas gracias por el espacio.

Los malos tiempos hacer surgir nuestras mejores cualidades y nuestro poder latente.

No es fácil, pero es posible. Ser humanas y felices.

Un diagnostico no es una sentencia, pero la detección temprana ayuda. Tocáte y hacéte los controles.

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Publicado por Yamila Ramos

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