Publicado el 23/05/2021

Muchas formas de meditar

Lautaro Burket, nos cuenta la importancia de meditar regularmente, y nos comparte algunas formas de poder realizar nuestra práctica sin que resulte una exigencia.

Meditación en movimiento

            Para muchas personas, la primera imagen que surge cuando piensan en meditar, es la de un monje en posición de loto con ojos cerrados al pie de una montaña. Para otras, meditar se enlaza a la idea de realizar una acción con plena conciencia y atención, sin interrupciones. En la práctica de Ashtanga yoga, el estado meditativo se alcanza realizando una serie de posturas o asanas. Estas conectan sutilmente cuerpo y mente y amplían nuestra receptividad acerca del estado actual de nuestros cuerpos y emociones.

            Una de las virtudes más grandes de la práctica de Ashtanga yoga consiste en la posibilidad que ofrece para meditar en nosotres mismes. En mi experiencia como practicante muchas veces me encontré —y me encuentro— sobre el mat con problemas personales o situaciones mentales por resolver que ocupan espacio en mi cabeza; sin embargo, al realizar las posturas, respirar conscientemente y salir de la mente para concentrarme en el estado de mi cuerpo, mi mirada acerca de esos mismos interrogantes adquiere una actitud más bondadosa, humilde e inclinada a la auto-aceptación. Esto no quiere decir que los problemas hayan desaparecido: lo que ha cambiado es mi percepción acerca de ellos.

            En este sentido, practicar regularmente contribuye a cultivar un estado meditativo que abona la autoconfianza y el respeto por nosotres mismes y los procesos vitales que atravesamos; nos enseña a querernos y cuidarnos en toda circunstancia, respetando nuestro estado anímico, “lo que podemos dar” hoy.

Desconectarse

            Una actividad que les recomiendo practicar ya que a mí me resulta beneficiosa para alcanzar un estado meditativo es desconectarse: apagar el celular, la televisión, la radio, todo aquello que esté prendido; las luces, si es de noche, cualquier estímulo que convoque a prestarle atención. Una vez hecho esto, no importa si estás acostade o sentade, dedicate a observar tu respiración: cuál es su estado, su ritmo, si está agitada, si está en calma, cómo entra y sale el aire de tu cuerpo, y sostené tu mirada en un punto fijo, no importa cual.

A los pocos minutos de realizar esta práctica vas a ver cómo afloja la obligación mental de “hacer algo”, cómo el cuerpo y la mente se “conforman” simplemente con estar ahí, siendo. Sostené esta práctica el tiempo que consideres necesario, el que te pida tu cuerpo; podés pausar o abandonar la meditación cuando quieras: no se trata de “cumplir” un determinado plazo de tiempo meditando sino de conectar con lo que está sucediendo en tu cuerpo.

            A continuación transcribo unas palabras que escribí una mañana después de meditar en una playa de Mar del Plata, ciudad en la que nací y actualmente resido.

            No tengo nombre. Mis pasos marcan la tierra. Existo. Soy una forma de conexión directa. Siento. Nada es tangible. Cruzo las piernas. Cierro los ojos. Me siento en una escollera de piedras. No tengo imágenes mías. Cualquier peso se disuelve en la tierra. Hay espacio. Veo en la oscuridad. Soy sin lenguaje. Soy conciencia.

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Publicado por Lautaro Burket

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