Desde las redes sociales, la práctica de Ashtanga Yoga puede parecer un “espectáculo” performático: yoguis practicando posturas sorprendentes que exigen mucha flexibilidad, fuerza, concentración y años de práctica sostenida.
Lo problemático de esto es pensar que ese el “resultado” que hay que alcanzar. Ser “flexible”, hacer “ejercicio” con el cuerpo, parece ser lo que se vende desde algunas redes sociales como “práctica de yoga”. Esto conlleva que mucha gente se niegue a experimentar esta herramienta de autoconocimiento pensando: “no soy flexible, no puedo practicar”.
El cuerpo es un vehículo para explorar nuestra naturaleza interna y conectarnos con nuestra divinidad, esa que reside dentro de nosotres, llamémosle Dios, conciencia cósmica, o como más nos guste.
Practicamos asanas o posturas para alcanzar ese estado de integración con lo existente. La palabra “Yoga” proviene de la raíz sánscrita “Yug”, que significa unión. Unión de nuestro ser individual con el Ser Universal.
Para integrarnos necesitamos calmar la mente. Si la mente deja de moverse, podemos experimentar la plenitud de nuestra existencia, esa unión, esa integración. Ese el objetivo de la práctica.
Sería bueno comentar en nuestras redes sociales el trasfondo de la práctica, para qué la realizamos, qué buscamos encontrar a través de ella. De esta manera, quienes estén interesades en iniciar este camino entenderían que “ser flexible” no es un requisito necesario, que la búsqueda del Yoga es otra.
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